miércoles, 29 de octubre de 2014

Tener un peluche te hace más fuerte

“¡Compañera, creo que vamos a adoptar un perro!”, me dijo. “¿En serio?, ¿estás segura? Mira que son un coñazo”, le contesté yo. Yo sabía que ella estaba preparada, en realidad, siempre lo está para todo lo que se propone. Se equivoca si, como todos – es humana- pero nunca hace las cosas sin haberlas meditado, y yo que la conozco sé que puede equivocarse, pero siempre da la cara, así que me alegré mucho por ella.
Y empezó la búsqueda, hablamos mucho, buscó información en Internet y al final encontró una persona que tenía cachorros en adopción. Eran una mezcla de labrador y pastor alemán.

“He leído sobre los pastores alemanes y sobre los labradores, tienen buen carácter, aún no tiene 2 meses, pero la chica quiere separarlo ya de la madre, creo que le preguntaré al veterinario”, dijo – y preguntó, pero aunque el veterinario dijo que era pronto no le dieron opción-  “Un cachorro, ¿estás segura?, yo sé que son preciosos, pero yo – desde mi experiencia- cogería un perro con 4 o 5 meses ya al menos, es más fácil enseñarles cosas”. ¿Pero quién se resiste a un cachorro?, de todas formas ella ya no tenía elección, ya lo había visto y estoy segura de que ya se había enamorado de él.
Bertín le pusieron - me voy a ahorrar los detalles del por qué, ya lo contarán ellos-  y lo llevaron a casa. Al principio todo normal, muchas dudas, sobre la alimentación, sobre las horas de sueño, tipo de collar, etc… Fueron listos, y fueron firmes con él desde el principio, aunque les diera pena. Le dejaron claro cuál era su sitio, las horas de la comida, le hicieron esperar sentado a la comida, se resistieron a tenerlo siempre en brazos… y costó, pero lo hicieron.

“¡Es un demonio!”, esa frase la he oído mil veces, jajaja, siempre con cariño, pero también con algo de indignación y desesperación. Para que fuese más llevadero yo intentaba recordarle mis historias – que ella conoce bien- sobre la época de cachorra de Gara. Yo, como todos, también sentí desesperación, indignación, impotencia, rabia...  pero todo pasa si eres fuerte y te mantienes firme.
“Venimos del veterinario, salimos de casa y le dejamos en la cocina como siempre, cuando volvimos había tirado el único plato que había sobre la mesa al suelo y se había comido varios trozos”, sí, a veces también te hacen sentir miedo. Menos mal que no pasó nada, al ser porcelana los trozos son grandes y no cortan tanto, tuvieron que esperar a que los “expulsara”, para ir recordando en los días posteriores con irritación la travesura tan peligrosa del enano.

Lo ha dicho en voz alta en tono de broma, pero estoy segura de que en ocasiones - en su interior- se han preguntado si hicieron lo correcto adoptando a un perro, seguro que cuando se comió el plato se sintieron mal y pensaron que no eran capaces. Lo sé, porque yo también lo he sentido, Gara también rompió cosas, también fui a urgencias con ella asustada, y yo también sentí que fracasaba.

Yo aún no conozco personalmente a Bertín, aunque oigo hablar de él a diario. Con menos de 6 meses ya se sienta si se lo pides, espera paciente la orden para comer, hace caso a veces cuando le llaman en el parque,… Gara no hizo muchas de esas cosas hasta pasado el año, y algunas aún pasa de hacerlas dependiendo del día.


Educar a un perro no es fácil, tenerlos es lo mejor que te puede pasar porque llegas a quererlos tanto que no eres consciente de cuánto, hasta que les pasa algo. Te dan todo, te alegran la vida, pero también te ponen a prueba, y esa, es una de las cosas más bonitas que hacen por ti, porque te hacen madurar como persona, te hace más fuerte. 

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