“¡Compañera, creo que vamos a adoptar un perro!”, me dijo. “¿En
serio?, ¿estás segura? Mira que son un coñazo”, le contesté yo. Yo sabía que
ella estaba preparada, en realidad, siempre lo está para todo lo que se
propone. Se equivoca si, como todos – es humana- pero nunca hace las cosas sin
haberlas meditado, y yo que la conozco sé que puede equivocarse, pero siempre
da la cara, así que me alegré mucho por ella.
Y empezó la búsqueda, hablamos mucho, buscó información en Internet
y al final encontró una persona que tenía cachorros en adopción. Eran una
mezcla de labrador y pastor alemán.
“He leído sobre los pastores alemanes y sobre los
labradores, tienen buen carácter, aún no tiene 2 meses, pero la chica quiere
separarlo ya de la madre, creo que le preguntaré al veterinario”, dijo – y
preguntó, pero aunque el veterinario dijo que era pronto no le dieron opción- “Un cachorro, ¿estás segura?, yo sé que son
preciosos, pero yo – desde mi experiencia- cogería un perro con 4 o 5 meses ya
al menos, es más fácil enseñarles cosas”. ¿Pero quién se resiste a un cachorro?,
de todas formas ella ya no tenía elección, ya lo había visto y estoy segura de
que ya se había enamorado de él.
Bertín le pusieron - me voy a ahorrar los detalles del por qué,
ya lo contarán ellos- y lo llevaron a
casa. Al principio todo normal, muchas dudas, sobre la alimentación, sobre las
horas de sueño, tipo de collar, etc… Fueron listos, y fueron firmes con él
desde el principio, aunque les diera pena. Le dejaron claro cuál era su sitio,
las horas de la comida, le hicieron esperar sentado a la comida, se resistieron
a tenerlo siempre en brazos… y costó, pero lo hicieron.
“¡Es un demonio!”, esa frase la he oído mil veces, jajaja,
siempre con cariño, pero también con algo de indignación y desesperación. Para que
fuese más llevadero yo intentaba recordarle mis historias – que ella conoce
bien- sobre la época de cachorra de Gara. Yo, como todos, también sentí
desesperación, indignación, impotencia, rabia... pero todo pasa si eres fuerte y te mantienes
firme.
“Venimos del veterinario, salimos de casa y le dejamos en la
cocina como siempre, cuando volvimos había tirado el único plato que había
sobre la mesa al suelo y se había comido varios trozos”, sí, a veces también te
hacen sentir miedo. Menos mal que no pasó nada, al ser porcelana los trozos son
grandes y no cortan tanto, tuvieron que esperar a que los “expulsara”, para ir
recordando en los días posteriores con irritación la travesura tan peligrosa
del enano.
Lo ha dicho en voz alta en tono de broma, pero estoy segura
de que en ocasiones - en su interior- se han preguntado si hicieron lo correcto
adoptando a un perro, seguro que cuando se comió el plato se sintieron mal y
pensaron que no eran capaces. Lo sé, porque yo también lo he sentido, Gara
también rompió cosas, también fui a urgencias con ella asustada, y yo también
sentí que fracasaba.
Yo aún no conozco personalmente a Bertín, aunque oigo hablar
de él a diario. Con menos de 6 meses ya se sienta si se lo pides, espera
paciente la orden para comer, hace caso a veces cuando le llaman en el parque,…
Gara no hizo muchas de esas cosas hasta pasado el año, y algunas aún pasa de
hacerlas dependiendo del día.
Educar a un perro no es fácil, tenerlos es lo mejor que te
puede pasar porque llegas a quererlos tanto que no eres consciente de cuánto,
hasta que les pasa algo. Te dan todo, te alegran la vida, pero también te ponen
a prueba, y esa, es una de las cosas más bonitas que hacen por ti, porque te
hacen madurar como persona, te hace más fuerte.
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