Era Agosto y un grupo de amigos
nos organizamos para ir al Teide – en Tenerife – para ver las populares “Lágrimas de San Lorenzo” (Las
Perseidas, una lluvia de meteoritos muy popular que se puede ver en éste mes
sin pasar tanto frío).
Sincronizamos los relojes,
compramos unos Kebab para llevar y subimos hacia el Teide. En el coche íbamos 5
personas más Gara – que viajaba en el maletero como hace siempre-. Éramos 3
chicos y 2 chicas, y el plan era encontrar un sitio tranquilo donde sentarnos a
comer mientras intentábamos ver alguna “estrella fugaz” y pedir algún deseo.
Después de una hora en coche y mucho debate, llegamos a una zona donde había
sitio seguro para dejar el coche y nos
bajamos.
Todo estaba muy oscuro – lo ideal
para ver bien lluvia la de meteoritos-, era un terreno de tierra seca,
llevábamos linternas pero no las encendimos, preferimos aprovechar la luz de la
luna. Comenzamos a organizarnos, uno de los chicos bajó a Gara del coche,
siempre con su correa, a mí me tocó encargarme de llevar la bolsa que contenía
los Kebab. Estábamos todos de pie en la oscuridad, sólo con la luz de la luna
cuando noté que me lamían la mano.
Yo llevaba los Kebab, así que
bromeando dije: “¡A alguien se le ha escapado Gara!, o eso o alguno tiene
demasiada hambre ya, jajaja”. “No, Gara está aquí conmigo”, respondió uno de
los chicos que estaba frente a mí, a distancia. Pensé que me estaban tomando el
pelo, así que les dije: “Pues entonces alguien está babeando por la comida y
acaba de lamerme la mano… ”. Entonces otro amigo notó algo también. Nadie decía
nada, pero volví a notar el lametazo en la mano y algo saltó sobre mí.
Me asusté, no sabía lo que era y
estábamos ahí arriba, en medio de la nada. Alguien sacó una linterna y apareció
ella.
Era una podenquita y estaba muy
delgada, no paraba de intentar comer algo y buscaba agua. En la oscuridad no lo
vimos, pero era una cachorrita, tendría poco menos de un año. Llegados a éste
punto empezó la discusión: “No podemos llevarla”, “si la dejamos aquí puede
morir de hambre, sed o ser atropellada, además está haciendo mucho calor éstos
días”, “¡Pero no hay sitio en el coche!”, “Vale, pues bajan ustedes y yo me
quedo aquí, cuando los dejes a todos vuelves a subir”, “No te vamos a dejar aquí
sola… ”, “Vale, entonces se viene con nosotros”.
Le dimos algo de comer y agua, y
se quedó con nosotros a ver las estrellas. Era muy juguetona y no paraba de ir
de un lado a otro. Cuando volvimos a casa iban las dos en el maletero,
mirándose desconfiadas con algún gruñido de vez en cuando, pero llegamos bien a
casa. Al llegar a casa le puse agua y pienso y como hacía un tiempo muy bueno
de verano le pusimos unas mantitas en la terraza y allí durmió como un
angelito. Barriguita llena corazón contento.
Al día siguiente Davinia y yo
madrugamos y subimos a verla, era preciosa. Le pusimos Leónidas de nombre.
Durante la mañana recibí varias llamadas que me hacían prometer que no nos la
íbamos a quedar, que la llevaría a un albergue si no tenía dueño, y con mucho
dolor lo prometí. Le pusimos una correo provisional y nos fuimos dando un paseo
al veterinario. Casi una hora tardamos en recorrer el camino que normalmente
hacemos en 10 minutos. No le gustaba mucho la correa.
Para nuestra sorpresa al llegar
al veterinario tenía chip. No es lo normal, sobre todo con podencos. Llamaron
al dueño y éste dijo que venía rápidamente a buscarla, vivía en la otra punta
de la isla. Contó que había subido a cazar el fin de semana y la pequeña se
separó del grupo, contó que se había perdido porque era muy cachorra y que
había subido varias veces a poner agua y comida por si la veía, pero nosotras
no nos creímos nada.
La tuvimos todo el día, repito:
era preciosa y encantadora. Estábamos preocupadas, pero había que devolverla.
Llegó el momento de devolverá a su dueño y la llevamos, estábamos muy tensas.
Vimos a un hombre esperando, colocamos a la podenca tras nosotras y entonces él
dijo: “¡Karioka!” y ella pegó un salto y fue hacia él más feliz que unas
pascuas.
No me gustan los cazadores, creo
que no respetan la vida y la quitan por placer. No creo en absoluto que lo
hagan por ninguna necesidad y además utilizan a los perros como meras
herramientas pero, tengo que admitir que Karioka estaba feliz de verlo y él
parecía muy agradecido de que la hubiésemos encontrado. Nos contó algunas cosas
sobre ella, que era muy “echada palante” y que siempre quería comer de más y
robaba comida.
Volvimos a casa sin ella, pero
creemos que hicimos lo correcto. Estuvo en casa solo un día, pero estará en
nuestro recuerdo toda la vida.
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