Éste es uno de los post más difíciles de escribir para mí.
He intentado empezarlo varias veces, pero siempre lo borro y vuelvo a empezar,
no es fácil admitir los errores. Me gustaría contarlo tal cual ha sucedido, no
es una historia, son sentimientos, y de todo esto me llevo un sabor agridulce.
Hace varios meses en 7ISLASx4PATAS sacaron como chica de
portada a Samantha, una podenca canaria preciosa que a mí me enamoró con su
cara desde el primer momento. Cada vez que compartían su foto, diciendo que
llevaba dos años en el albergue y nadie había preguntado por ella se me partía
el alma.
No es que a mí me gusten los podencos especialmente, tampoco
es que no me gusten. Tengo debilidad por
los perros, todos en general. Como todos saben si están leyendo esto, yo ya
tengo dos perros, así que la posibilidad de adoptar a Samantha era remota, pero
me llamaba la atención.
Hablamos sobre ello, sobre la idea de tener un tercer perro, uno de
los dos (aunque siempre los dos han sido de los dos), pero uno en común. Al
principio la idea no le convenció nada, pero con el tiempo se fue abriendo a
esa posibilidad. En Agosto fue mi cumpleaños, y un amigo y una amiga que me
quieren mucho le tantearon con el objetivo de regalarme a Samantha por sorpresa.
No los culpo porque sé que lo hicieron con la mejor intención del mundo, y
siempre conociéndome, pero fue un error. Todos sabemos a estas alturas que los
perros no son un regalo, que implican mucha responsabilidad y él se sintió
presionado y se cerró en banda.
Tuve que esperar un tiempo hasta que volvió a querer hablar
del tema, pero no se me iba de la cabeza. Habíamos intentado ir varias veces al
refugio, no para adoptar, sino para pasear a los perros – lo que se suele hacer
todos los fines de semana que el tiempo lo permite en el Refugio Internacional-
pero por la lluvia no pudo ser. Así que
me quedé con las ganas de conocerla.
Por fin, éste último domingo los planetas se alinearon y
pudimos organizarnos para estar en el refugio a las 10.30. Cuando llegué le comenté
al chico que queríamos conocer a Samantha, le expliqué que sólo era un
acercamiento puesto que no teníamos nada decidido y me dijo que no había
problema.
Me dieron la correa, y en el otro extremo estaba ella. Una
perra impresionante, grande, elegante, preciosa. Todos tiran mucho de la correa
cuando salen, están ansiosos, y ella me llevó tirando varios metros. Es toda
energía, sus ojos son preciosos color miel, estaba atenta a todo, levantaba sus
orejas y la pata delantera y se lanzaba sobre un matojo para pillar algún bicho
que sólo ella había sido capaz de oír.
No puedo decir exactamente por qué, pero desde que caminamos
un poco sentí una pena enorme, porque sabía que no podía ser. Samantha era
imponente, con carácter, en absoluto agresiva o con mal comportamiento, pero su
energía era de líder y yo sabía que Gara y ella no iban a llevarse bien.
Intenté correr algunos metros con ella para ver si me seguía y así gastaba
energía, pero no le interesaba, sólo quería investigar entre las hierbas.
Empecé a sentirme mal por no sentir esa conexión con ella,
sinceramente era una perrita que me quedaba grande, sobre todo teniendo ya dos
perros más. Tuve que pedir disculpas a Samantha dentro de mí, por no llevarla
conmigo, yo había ido convencida por las fotos y la descripción que habían
hecho de ella, pero me había equivocado. Llevarla a casa habría sido un error,
nadie habría sido feliz, ni siquiera ella… al menos eso creo yo. Ella volvió a su jaula como si nada hubiera
pasado, con sus orejas arriba y su carita feliz. Y yo me fui a casa pensando en
ella y todavía la tengo muy presente, pero sé que hice lo correcto, para ella y
para nosotros.
Desde aquí les animo a los que tengan la oportunidad de ir a
conocerla, no es un perro normal, necesita una persona especial que le dedique
mucho tiempo y la quiera muchísimo. Y si no es la perrita de tu vida, al menos
darás un paseo con ella que no olvidarás jamás.
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