Hacía ya tiempo que no contaba
ninguna historia sobre los peluches, WiFi ha llegado a casa y es un torbellino. Estábamos
acostumbrados a Pluto y Gara que ya son mayores y están educados y
llevan otro ritmo de vida, pero él es pura energía.
Hace ya un par de meses que está con
nosotros, y a día de hoy no podría separarme de él. Ha aprendido
mucho con nosotros, llegó tímido y asustadizo, pero va avanzando y
ahora es inseparable de Pluto, ya sabe manejar a Gara, le encanta que
lo acaricie y le de mimos. Ya se acerca a los conocidos, al principio
no dejaba que nadie se le acercase, sobre todo los hombres, todavía
hoy le cuesta un poco más confiar en los hombres. No sabemos por
qué, y nos da igual, lo importante es que avanza. La llegada de un
nuevo miembro a la familia es un momento precioso, adoptar es genial,
pero hay algo que no te cuentan y debes saber.
Es verdad que nos ha alegrado la vida a
todos, es cierto que lo quiero con locura (igual que a los otros
dos), pero nadie nos dijo que llegaría y se comería mi kindle (mi libro electrónico) o el
casco de la bici de Luis, pero al fin y al cabo son cosas materiales. Llegó y se adaptó muy rápido a la casa,
pero nadie nos dijo que Gara sería dominante con él y que Pluto
intentaría robar su comida para acabar peleando entre ellos, pero todos tienen que adaptarse. No
puedo negar que nadie había disfrutado nunca tanto de un jardín como lo hace el,
pero nadie me avisó de que su instinto de caza es superior a él y
que mordería a una de mis tortugas durante horas hasta casi matarla.
Nadie me lo dijo cuando le iba a
adoptar, no me avisaron de que al verle intentando comerse a mi
tortuga sentiría rabía y gritaría hasta quedarme afónica al ver
el charco de sangre que había provocado... pero debí haberlo
sabido.
No es el primer perro que tengo, cuando
adopté a Gara pasé horas poniendo a las tortugas en el suelo a su
alrededor y castigándola cada vez que intentaba tocarlas. Tenía
pesadillas, soñaba que las cogería y las mataría, así que puse todo mi
empeño en que llegara a casa cansada por el ejercicio y en hacerle entender que no
debía hacerles daño. Y lo entendió, años después podía dejar a
las tortugas caminando por el patio y ella tomaba el sol mientras
vigilaba que no se le acercaran más de lo que le gustaba, pero no
hice eso con WiFi. Bajé la guardia y fallé.
WiFi casi mata a Sadam, pero la culpa
es mía. Nunca le dije que no debiera matarla. No le saqué lo
suficiente para que llegara a casa cansado por el ejercicio y no sintiera la necesidad
de jugar con la tortuga. No se las presenté como animales a los que no se debe hacer daño, simplemente le dejé acceder al jardín confiando en que copiaría el comportamiento de Pluto y Gara como ha hecho con otras cosas. Cuando ves a un niño que se porta mal no
piensas: “Es malo”, - porque los niños no son malos -, piensas: es
culpa de los padres. Pues ésto es igual....
Sadam está bien, creo que por eso
cuento ésta historia, si hubiera acabado de otra forma no sé si habría sido capaz de contarla. Le mordió el caparazón y parte de él desapareció, y le hizo una herida
en el cuello, pero ya está recuperada y ha vuelto con las otras dos
al agua a nadar y a tomar el sol. Es un milagro que las tortugas tengan una
protección tan buena, se la ve feliz a pesar de todo. El día que la encontré mordida
probablemente será un recuerdo horrible en mi mente toda mi vida,
pero ahora que puedo verlo desde un punto de vista positivo intento
aprender de lo que ha pasado y no volver a bajar la guardia nunca
más.