miércoles, 15 de octubre de 2014

Aquí respetamos la ley de la Gravedad.

¡Buuuummmmm! Así sonó, un enorme "Bum" seco. Inmediatamente después se vio a una mancha marrón entrando a toda velocidad por el salón. Garfy es el mayor de la camada y sin entrar en favoritismos es el más guapo. Su tamaño y largo pelaje le dan un aspecto de Lince que llama la atención. Si no fuera por lo vago que es...esto....La tranquilidad y elegancia que demuestra en sus movimientos recuerda a la de los grandes felinos. En relación con sus hermanos es el más parsimonioso. Siempre observando a una cierta distancia como si fuera una lechuza. Aunque está actitud de espectador contrasta con sus capacidades pues, sin duda, es el más rápido y ágil de todos.


Esa tarde, Garfy estaba especialmente inquieto. Iba de un lado a otro. Lo cual, además de ser raro dado su carácter, era más extraño aún ya que ya había hecho su ejercicio del día. Correr desde dónde estuviera hasta el cuenco con el pienso recién puesto. Pero allí estaba, caminando con cierta ligereza por la terraza. La puerta del salón que daba a la terraza se asemejaba al escenario de un teatro dónde el actor gatuno aparecía y desaparecía por un lado u otro. A medida que la improvisada "obra" avanzaba, Garfy cada vez estaba más frenético. 

Corría, saltaba, se quedaba quieto unos segundos hasta que en un momento despareció por el lado derecho de la puerta. Al momento reaparece corriendo a una velocidad endiablada...¡POR LA PARED! al más puro estilo "Matrix". Da un salto y se queda quieto en el suelo con sus dos patas delanteras juntas y la mirada fija en ellas. Boquiabiertos nos acercamos y vemos a una pequeña mosca en el suelo totalmente quieta. Garfy le acerca el hocico y como si no hubiera pasado nada se da la vuelta y de un salto que después de todo lo presenciado nos pareció que hacía a cámara lenta, se sube al muro que separa las dos alturas de la terraza y se echa.Cuando volvemos a mirar la mosca ya no está en el suelo. "Se hizo la muerta, que lista". 


Nos disponíamos a entrar en el salón cuando Garfy da un salto, un salto increíble. Pudimos contemplar maravillados como tomaba altura mientras estiraba su cuerpo, parecía que iba a volar. Estábamos atónitos por la espectacularidad y plasticidad del salto. Por un instante de belleza eterna quedó suspendido en el aire hasta que empezó a hacer aspavientos. En ese momento tomamos conciencia de que había saltado hacia el lado del muro que cae hasta la planta del garaje. Cayó, cayó encima de una mesa que habíamos sacado para cenar fuera. No alcanzamos a ver el impacto. Sólo vimos a esa mancha marrón subir las escaleras y meterse dentro del salón. Suponemos que la mosca se iría volando riéndose de Garfy. Y Garfy...bueno, un par de golosinas y unos cuantos mimos bastaron para que volviese a ser ese gato tranquilo y dormilón que todos conocíamos.

Una historia de Gustavo García
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