Miro
todas las fotos de cuando era pequeña, en todas, cumpleaños,
chuletadas en el monte en verano, reuniones familiares, bautizos,
carnaval, … en casi todas aparece él. A veces sale solo un pequeño
bulto marrón en la parte inferior de la foto, con dos ojos que
brillan con el flash... otras salimos yo o mi hermano abrazados a él,
y en otras mi padre lo levanta por encima de todas las cabezas para
que salga en la foto.
No era
un perro educado, pues nadie nunca lo educó. Mis padres no tenían
tiempo para ello pues tenían dos niños pequeños y mucho trabajo
para poder salir adelante y nosotros...éramos dos enanos que sólo
queríamos jugar, y así se crió. Si, no era un perro educado que
pasea a tu lado con la correa ni se sienta cuando se lo pides, pero
yo creo que fue feliz. Hacía pis dentro de casa y mi madre se
enfadaba con él, abría la nevera y sacaba todos los embutidos...y
luego no comía ninguno, jugaba con nosotros, comía con nosotros,
dormía con nosotros, era el mejor. Pero mejor empezar la historia
por el principio:
"La
llegada del extraterrestre"
Mi
madre trabajaba como cocinera en un restaurante justo delante de
casa. Muchos podrían pensar que era una ventaja trabajar justo
delante de casa, pero a ella no se lo parecía tanto. Aún así,
tenía sus cosas buenas. El restaurante era grande y tenían mucho
espacio de patio, y en el fondo tenían perros, solían estar sueltos
por los patios cuando estaba cerrado, y cuando abrían al público
los metían en unas jaulas muy grandes que estaban genial.
En ese
momento habían: dos pastores ingleses a los que yo llamaba “pepones”
- macho y hembra – un “collie” - como Lassie – y una perrita
sin raza de tamaño pequeño y pelo corto que todos coincidían en qu
era el “patito feo de la manada”. Los dueños cruzaron a los
pepones para tener crías y el collie... decidió cruzarse con la
pequeñina sin raza porque a él no debió parecerle tan fea.
Nacieron
al menos 5 cachorros en la camada de los pepones, y la pequeñina
tuvo tan sólo uno. La chiquitina lo pasó bastante mal con el parto
así que juntaron a todos los cachorros y la pepona grande los
amamantó a todos. Eran todos preciosos, aunque el chiquito en
comparación con el resto no era tan lindo, pero aún así tenía su
encanto. Yo tendría unos 3 años y mi madre me llevaba a veces al
bar y les daba el biberón. Me encantaba estar rodeada de todos
ellos, había una con los ojos azules a la que llamé “Princesa”
- tenía 4 años...no me juzgueis ;). A otro lo llamé “CaraTortilla”
porque tenía la cara aplastada, fui poniendo nombre a todos, mi
madre me preguntaba por el pequeño. Era marrón chocolate con
manchas blancas en el hocico, el pecho y la puntita del rabo y las 4
patas, pero no se me ocurría nombre, hasta que un día surgió. “El
pequeño se llama Alf, mami”, “¿y eso?”, preguntó; “Porque
es diferente a los demás, es un extraterrestre”.
Mi
madre trabajaba los fines de semana por la noche hasta tarde, era
verano y nosotros nos quedábamos despiertos en la habitación
mientras mi padre veía la tele en la sala. Mi madre cruzaba la
carretera, entraba en la terraza y cada noche nos dejaba uno o dos
cachorros para que jugáramos un rato. Nosotros teníamos un sofá
pequeño con el respaldar redondeado, lo tumbábamos con el respaldar
en el suelo, subíamos al cachorro y lo mecíamos, cuando el pobre
salía caminando hacía algunas S... y alguna vez alguno vomitaba.
“Papi, ¡el perro vomito!”, “¿Qué perro?, ¡no tenemos
perro!”, y yo cruzaba la carretera cachorro en brazos para
devolverlo.
Un
día, estaban en casa Princesa y Alf y nosotros jugábamos con ellos.
Mis padres aparecieron y nos dijeron: “Nos han dicho que podemos
quedarnos con un cachorro, nos lo regalan, pero hay que elegir uno y
sólo uno, así que hay que ponerse de acuerdo”. Mi hermano era muy
pequeño y seguía jugando así que la decisión era casi mía si los
convencía.
“Creo
que prefiero quedarme con Alf, Princesa es preciosa, tiene los ojos
azules, es muy bonita, es de raza y todos la querrán, siempre
preguntan por ella. Nadie pregunta nunca por Alf, todos le miran como
si fuera feo y seguramente nadie se lo llevará, así que yo me quedo
con él”. No sé si la decisión fue mía, seguramente el tamaño
de Princesa echó para atrás a mis padres para quedársela, eran
perros de casi 40 kilos. Sea como sea, nos quedamos con él porque
era el raro, el feo el que nadie iba a querer, pero fue mi amigo y mi
compañero durante 18 años, y si volviera atrás le volvería a
elegir sin pensarlo, para mí y para mi familia fue el perro más
maravilloso del mundo. Y si las lágrimas me lo permiten poco a poco
iré contando más historias sobre él...
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