lunes, 29 de diciembre de 2014

La llegada del extraterrestre...


Miro todas las fotos de cuando era pequeña, en todas, cumpleaños, chuletadas en el monte en verano, reuniones familiares, bautizos, carnaval, … en casi todas aparece él. A veces sale solo un pequeño bulto marrón en la parte inferior de la foto, con dos ojos que brillan con el flash... otras salimos yo o mi hermano abrazados a él, y en otras mi padre lo levanta por encima de todas las cabezas para que salga en la foto.

No era un perro educado, pues nadie nunca lo educó. Mis padres no tenían tiempo para ello pues tenían dos niños pequeños y mucho trabajo para poder salir adelante y nosotros...éramos dos enanos que sólo queríamos jugar, y así se crió. Si, no era un perro educado que pasea a tu lado con la correa ni se sienta cuando se lo pides, pero yo creo que fue feliz. Hacía pis dentro de casa y mi madre se enfadaba con él, abría la nevera y sacaba todos los embutidos...y luego no comía ninguno, jugaba con nosotros, comía con nosotros, dormía con nosotros, era el mejor. Pero mejor empezar la historia por el principio:

"La llegada del extraterrestre"

Mi madre trabajaba como cocinera en un restaurante justo delante de casa. Muchos podrían pensar que era una ventaja trabajar justo delante de casa, pero a ella no se lo parecía tanto. Aún así, tenía sus cosas buenas. El restaurante era grande y tenían mucho espacio de patio, y en el fondo tenían perros, solían estar sueltos por los patios cuando estaba cerrado, y cuando abrían al público los metían en unas jaulas muy grandes que estaban genial.

En ese momento habían: dos pastores ingleses a los que yo llamaba “pepones” - macho y hembra – un “collie” - como Lassie – y una perrita sin raza de tamaño pequeño y pelo corto que todos coincidían en qu era el “patito feo de la manada”. Los dueños cruzaron a los pepones para tener crías y el collie... decidió cruzarse con la pequeñina sin raza porque a él no debió parecerle tan fea.

Nacieron al menos 5 cachorros en la camada de los pepones, y la pequeñina tuvo tan sólo uno. La chiquitina lo pasó bastante mal con el parto así que juntaron a todos los cachorros y la pepona grande los amamantó a todos. Eran todos preciosos, aunque el chiquito en comparación con el resto no era tan lindo, pero aún así tenía su encanto. Yo tendría unos 3 años y mi madre me llevaba a veces al bar y les daba el biberón. Me encantaba estar rodeada de todos ellos, había una con los ojos azules a la que llamé “Princesa” - tenía 4 años...no me juzgueis ;). A otro lo llamé “CaraTortilla” porque tenía la cara aplastada, fui poniendo nombre a todos, mi madre me preguntaba por el pequeño. Era marrón chocolate con manchas blancas en el hocico, el pecho y la puntita del rabo y las 4 patas, pero no se me ocurría nombre, hasta que un día surgió. “El pequeño se llama Alf, mami”, “¿y eso?”, preguntó; “Porque es diferente a los demás, es un extraterrestre”.


Mi madre trabajaba los fines de semana por la noche hasta tarde, era verano y nosotros nos quedábamos despiertos en la habitación mientras mi padre veía la tele en la sala. Mi madre cruzaba la carretera, entraba en la terraza y cada noche nos dejaba uno o dos cachorros para que jugáramos un rato. Nosotros teníamos un sofá pequeño con el respaldar redondeado, lo tumbábamos con el respaldar en el suelo, subíamos al cachorro y lo mecíamos, cuando el pobre salía caminando hacía algunas S... y alguna vez alguno vomitaba. “Papi, ¡el perro vomito!”, “¿Qué perro?, ¡no tenemos perro!”, y yo cruzaba la carretera cachorro en brazos para devolverlo.

Un día, estaban en casa Princesa y Alf y nosotros jugábamos con ellos. Mis padres aparecieron y nos dijeron: “Nos han dicho que podemos quedarnos con un cachorro, nos lo regalan, pero hay que elegir uno y sólo uno, así que hay que ponerse de acuerdo”. Mi hermano era muy pequeño y seguía jugando así que la decisión era casi mía si los convencía.


“Creo que prefiero quedarme con Alf, Princesa es preciosa, tiene los ojos azules, es muy bonita, es de raza y todos la querrán, siempre preguntan por ella. Nadie pregunta nunca por Alf, todos le miran como si fuera feo y seguramente nadie se lo llevará, así que yo me quedo con él”. No sé si la decisión fue mía, seguramente el tamaño de Princesa echó para atrás a mis padres para quedársela, eran perros de casi 40 kilos. Sea como sea, nos quedamos con él porque era el raro, el feo el que nadie iba a querer, pero fue mi amigo y mi compañero durante 18 años, y si volviera atrás le volvería a elegir sin pensarlo, para mí y para mi familia fue el perro más maravilloso del mundo. Y si las lágrimas me lo permiten poco a poco iré contando más historias sobre él...

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