jueves, 4 de diciembre de 2014

Un regalito para mami!

Gara siempre ha tenido algo de instinto cazador, no sé por qué, su madre era una Husky y dudo mucho que tuviera la puntería de escaparse y enamorarse de un perro de raza, probablemente un chuchito de tantos que van por ahí ligando con perritas de raza para mejorar la especia ;). El caso, es que siempre ha tenido ese instinto muy desarrollado. Cuando nos mudamos al puertito, yo estaba en mi máxima expresión de César Millán, así que me empeñé en enseñarla a ir con la bici. Al principio fue duro para las dos, yo me caí un par de veces y ella fue atropellada otras tantas hasta que aprendió que debe ir siempre a un lado sin cruzarse. Cuando llegamos al nivel experto, íbamos a un camino que subía por detrás del club náutico, entre algunos invernaderos que es poco transitado y lo que hacía era soltarla, las dos íbamos juntas pero libres, era genial. 

Lo hacíamos a menudo, yo solía aguantar poco con la bici porque era todo subida y bastante pronunciada, subía un par de kilómetros hasta una empresa que parecía de venta de plátanos y ahí dábamos la vuelta y bajábamos de nuevo al pueblo. Un día como otro cualquiera repetimos, llegamos detrás del club náutico y le solté la correa. Ella empezó a oler, hizo varios pis en algunos matojos y buscó algún sitio idóneo para hacer caca, yo mientras seguí pedaleando por la subida. Siempre lo hacíamos así, ella iba a su aire y yo seguía subiendo, cuando se alejaba mucho me preocupaba y la llamaba y ella venía corriendo y me alcanzaba en segundos, siempre ha sido una atleta. Ese día se quedó en un arbusto oliendo entretenida y yo subí bastante, había una señora que bajaba por el camino y, - aunque Gara jamás le haría nada a una persona, sé que es posible que fuera hacia ella buscando mimos y la asustara- por ello paré la bici y la llamé. La señora aún no había llegado a su altura, y no parecía tener miedo de los perros a pesar del tamaño de Gara, yo continué llamándola pero no me hacía caso, así que di la vuelta a la bici para bajar de nuevo a buscarla.

La señora llegó a la altura de Gara y Gara por un momento sacó la cabeza del arbusto para ver quién se acercaba, la señora la miró y empezó a gritar como una descosida.
Gara no se había movido del arbusto, pero la señora siguió gritando mientras yo le gritaba desde arriba que por favor no se asustara, que la perrita no hacía nada e intentaba subirme de nuevo a la bici para bajar. La señora ni siquiera me oía, se había puesto la mano en la boca, gritaba y en un momento dado echó a correr. ¡Qué exagerada!, pensé, si no es más que un peluche y ni se ha movido. Empecé a bajar mientras la llamaba y entonces lo vi. Era raro, la señora gritó muchísimo pero ella no se movió de donde estaba, es cierto que movía la cabeza, pero yo no había conseguido ver lo que hacía, me había centrado en mirar a la señora para asegurarme de que estaba bien.

Gara sacó la cabeza del arbusto y allí estaba. Pobrecilla, era una rata… bastante grande. Nunca sabré si la encontró viva o ya muerta, lo único que sé es que en ese momento la pobre estaba en su boca y colgaba por ambos lados. ¡GARA!- Grité yo también horrorizada- ¡Suelta eso y ven aquí!, no fue buena idea… Gara me miró emocionada, no sé si es que me entendió sólo en ven aquí, o que ella pensó: “Vaya, ahí está mi dueña, la quiero tanto, voy a llevarle éste regalo”, y si, vino hacia mí con el pobre bicho en la boca. Yo no sabía qué hacer, pero tenía la certeza de que me la traería hasta mis manos y me asusté. Le grité, no recuerdo si quiera qué le dije, pero llegó un momento en que sólo pensé: ¡Huye!, y eso hice. Di la vuelta a la bicicleta y empecé a subir de nuevo. Gara ya estaba a mi lado, yo apretaba y la dejaba un poco atrás, llegué hasta donde solíamos llegar siempre y dar la vuelta, pero ella no había soltado a la rata, así que no paré. Quería ordenarle que la soltara, pero no podía hablar, estaba asfixiada, agotada, destruida, no aguantaría mucho más.

Seguí subiendo lo que días más tarde calculé como 2 km más de lo normal en pendiente con mucho desnivel, y mi cuerpo dijo basta. Paré la bici y la interpuse entre yo y Gara, ella intentaba acercarse a mí y seguía teniendo parte de la pobre rata en la boca. Yo estaba desesperada, mareada y por más que le pedía que la soltara ella parecía muy feliz, parecía no entender por qué mami no se ponía igual de contenta que ella por aquel regalo tan maravilloso. En un momento determinado mi cuerpo y mi mente no pudieron más y reaccionaron…así que vomité. Rodé la bici algunos metros más arriba siempre usándola como barrera entre yo y el horror y me senté en el suelo y empecé a llorar. Al oírme llorar ella soltó al bichillo en el suelo y se sentó mirándome, con la lengua por fuera, parecía cansada también.

Cuando conseguí calmarme un poco me levanté, me sequé las lágrimas y empecé a mover la bici muy despacio. En un momento dado Gara intentó recuperar la rata del suelo, pero yo grité: ¡NO! Y ella se detuvo. Empecé a caminar en mi lado de la barrera y ella me siguió por su lado. Al llegar al pueblo tenía que atarla, pero tengo que reconocer que sólo un pequeño contacto con su pelo me hacía recordar a la rata y me daba la impresión de que la rata me tocaba, era superior a mí, así que le puse la correa guardando una distancia y rápido, como quien toca a un león que está a punto de morderle. Llegamos a casa y ella fue a su sitio, yo a la ducha.


Cuando salí de la ducha vino hacia mí a buscar mimos, pero yo era incapaz, no se me quitaba el recuerdo de la rata y si ella me rozaba me ponía histérica. Tuve que pedirle a un  amigo que la bañara, la llevamos a la terraza y al principio usamos la manguera a distancia. Ella estaba feliz, creo que se sentía orgullosa por haberme hecho semejante regalo, y aunque con el tiempo lo piensas y sabes que su intención era la mejor del mundo, yo habría preferido que me regalara un collar hecho con macarrones ;)

La quiero mucho, pero también me las hace pasar canutas de vez en cuando, sea como sea....vale la pena!


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